Big Ben, London, SW1A 0AA
Mon – Sat 8:30 – 17:30
info@accountancytheme.com

EL POR QUÉ Y EL CÓMO DE ESOS NERVIOS QUE NOS DIFICULTAN LA VIDA

Hay muchos momentos en la vida en los que las circunstancias pueden llegar a sobrepasarnos. Habitualmente, todos tenemos muchos frentes abiertos. Dificultades o incluso problemas familiares, de salud, personales, espirituales, laborales, económicos, sociales, etc… pueden coexistir en cada uno de nosotros. Y hay veces que el frágil equilibrio que solemos poder mantener se rompe. Independientemente de las causas que lo generen, de quien sea la culpa o si hay algún tipo de problema más importante o significativo que otros. La realidad es que, ante estas situaciones, podemos llegar a sentirnos desbordados, desorientados y agotados.

En estas situaciones podemos llegar a sentirnos incapaces para enfrentar todas nuestras responsabilidades y obligaciones. En los casos más severos podemos, incluso, llegar a perder el sentido y/o los motivos por los que seguir “luchando”. A muy grosso modo, esta vivencia es muy características de las alteraciones de los estados de ánimo y/o ansiedad. Los famosos “nervios”, como los denomina muchísima gente, de forma coloquial.

Cada uno de nosotros entendemos ese termino de un modo distinto. Algunos lo asociamos con un aumento del nerviosismo o la inquietud que nos dificulta concentrarnos o disfrutar de momentos de serenidad. Otros con una inestabilidad del estado de ánimo que en ocasiones nos predispone a estar más tristes y/o irritables y por tanto a tener conflictos con quienes nos relacionamos. Quizás sea la angustia o el miedo, las emociones que sintamos que marcan nuestros días y por tanto condicionan nuestra forma de enfrentar el día a día.

Al final, cada uno de nosotros presentamos vulnerabilidades particulares ante estas crisis vitales. Expresamos el sufrimiento que nos genera de un modo individual y, por supuesto las denominamos de modo distinto. Algunos podemos tender a escondernos y evitar enfrentar cualquier situación. Otros podrán sobreexigirse y seguir queriendo continuar “como si nada”. Expresar tristeza, cansancio, apatía, desmotivación, irritabilidad, pérdida de dirección en nuestra vida, etc… pueden ser formas de expresar lo que sentimos.

Lo que caracteriza todas estas situaciones es la sensación de que perdemos el sentido de nuestros días y de nuestros esfuerzos, como se dice de forma coloquial, “perdemos el norte”. Esta sensación nos lleva a ir por la vida “como pollo sin cabeza”, puesto que perdemos la objetividad, la capacidad para ser efectivos y para priorizar nuestras metas, para proporcionar nuestros esfuerzos y ser consecuentes con nuestras actuaciones. Estas carencias suelen ir acompañados de vivencias de frustración, angustia o agotamiento entre otras.

Habitualmente, la mejor forma de enfrentar este tipo de situaciones es pararse, es dejar de hacer cosas, descansar y no pensar… coger oxígeno durante unos días. Después habría que volver a redefinir los objetivos que pretendemos conseguir y la dirección que queremos darle a nuestras vidas en cada una de las áreas que son importantes para nosotros. Y con esta información diseñar el modo en el que debemos volver a retomar nuestra vida.

Habilidades como aprender a valorar nuestros éxitos, a definir adecuadamente nuestros fracasos, no dejarnos llevar por nuestras expectativas ni hacer juicios sobre las intenciones o actitudes de quienes nos rodean, nos ayudarían a sentirnos menos vulnerables ante las situaciones que se dan en nuestro día a día.

Sin embargo, este tipo de redefiniciones y ajustes que es importante que hagamos de cara a sobreponernos a “los nervios”, no son tan fáciles como puede parecer. En la mayoría de estas ocasiones, todas nuestras vivencias están más determinadas por el agotamiento emocional que padecemos que por la dureza de la realidad objetiva que enfrentamos. Por lo que, si no nos sentimos capaces de enfrentarlo solos, no debemos dejarnos ir y no debemos olvidar que PEDIR AYUDA ESTÁ BIEN. Y nosotros estamos aquí para cuando nos necesites.

 

Texto de Nuria Blanco Piñero.

¡PEDIR AYUDA, ESTÁ BIEN!

Desde el inicio de la pandemia, se viene observando un aumento notorio de manifestaciones de depresión y ansiedad en niños/as y adolescentes. La ruptura con la vida cotidiana, la modificación de los hábitos de vida, los encierros… han sido demasiado para ellos. Consecuentemente, en la actualidad, están debutando con unos niveles de sufrimiento difíciles de manejar no sólo por ellos mismos, sino también para sus entornos familiares.

En este sentido, estamos observando un aumento significativo de demandas asistenciales por parte de los padres. Se deben a que los desórdenes que observan en sus hijos e hijas no se justifican sólo por ser una “mala época” o una “edad mala”. Estas sospechas suelen basarse en las alteraciones manifiestas de las formas habituales de comportarse de los chicos. Conductas que, de pronto, irrumpen en los entornos familiares, cómo por ejemplo: el consumo de alcohol o drogas, el mal uso de la tecnología (videoconsolas, teléfonos, tablets…), las mentiras, conductas violentas e incluso autoagresiones. En otras ocasiones, lo que se puede observar es la desaparición de otras formas habituales de comportarse y relacionarse. En este aspecto, la queja más habitual es pérdida de la comunicación y de la expresión espontánea de emociones.

Estas manifestaciones del sufrimiento emocional de los chicos hace que las dificultades de entendimiento entre padres e hijos, se vengan complicando aún más. De hecho, hemos observado una evolución de las quejas habituales de los padres de preadolescentes y adolescentes (“mi hijo es un pasota”, “es un déspota”, “es un vago”, “siempre encerrado en su habitación sin querer saber nada de nadie”) a un escenario donde los adultos expresan ser conscientes de su incapacidad para protegerles.

Y es que en los últimos tiempos, los chicos/as también han perdido muchas de las protecciones que tenían (los amigos, las rutinas diarias, la cotidianidad…). Y están haciendo “lo que pueden” para mantenerse “medio bien”. Sin embargo, estamos pudiendo observar la “normalización de las conductas violentas” tanto hacía si mismos, entre iguales como hacía figuras tradicionalmente «respetables» (padres, profesores…), el abandono de hábitos y relaciones saludables, la ausencia de límites personales y muestras continuas de desorientación personal y falta de criterio personal en sus decisiones.

Por eso, iniciamos la campaña “¡Pedir ayuda, está bien!”. En el que cada semana queremos ir visualizando muestras de sufrimiento infanto-juvenil e incluso adulto. Padecimientos que, desgraciadamente, no se resolverán solos y que claramente no son “normales”. Son vivencias con las que nos encontramos en nuestro día a día asistencial de forma muy habitual. Y que sabemos que pueden dejar una huella destructiva en sus procesos madurativos, en el desarrollo de la identidad y por tanto, en la capacidad para desarrollar una vida autónoma y feliz. Así pretendemos tender la mano y llegar a aquellas familias que están enfrentando estas situaciones y que no saben como manejar estas vivencias o a donde acudir.

Así que, recordad: “¡Pedir ayuda, está bien! y…  ¡¡¡nosotros estamos aquí!!!

Texto: Nuria Blanco Piñero